Por: MPC. Alba Evia Alsina
Psicología Clínica y de la Salud.
Conocemos este concepto como una sensación que experimentamos en momentos de peligro o preocupación; la ansiedad cumple una función adaptativa y prepara al individuo para realizar tareas o estar alerta frente a posibles amenazas. Sin embargo, también puede ser patológica cuando no es una respuesta proporcional al estímulo que se presenta y, en tales condiciones, pierde su función de adaptación y se convierte en un problema para el individuo.
Se han realizado muchos estudios sobre esta temática, pero tal pareciera que mientras más avance el conocimiento y los medios de tratamiento, menos es el porcentaje de personas identificadas con esta problemática, haciendo imposible que reciban el tratamiento adecuado y/o se beneficien de los avances de la investigación en este campo. De hecho, se estima que el 14% de la población mexicana padecerá de alguno de estos trastornos a lo largo de su vida.
La ansiedad puede manifestarse de diversas formas, como: dolor de cabeza, tensión muscular, dificultad para conciliar el sueño, taquicardia, mareos, sudoración, dificultad para concentrarse, temor a que algo grave suceda, nerviosismo y sobresaltos; su principal característica está relacionada con el miedo, intranquilidad, desesperación, temor y/o preocupaciones excesivas; afectando la capacidad de trabajo y productividad (OMS, 2017).
Tipos de ansiedad
Existen diversos tipos de trastornos de ansiedad, los más comunes son el de ansiedad generalizada, estrés post-traumático, ansiedad social, obsesivo compulsivo y crisis de ansiedad, por mencionar algunos. El tratamiento incluye una serie de intervenciones y actividades que deben ser llevadas a cabo por un profesional de la salud mental, entre ellas la psicoterapia.
¿Cómo identifico una crisis de ansiedad?
La crisis se acompaña de un miedo intenso de que algo catastrófico va a ocurrir y los síntomas más frecuentes son: falta de aire, palpitaciones, sensación de asfixia, inestabilidad, mareo, sudoración, temblor, oleadas de frío o de calor, miedo intenso a morir, perder el control o la razón. Esto ocurre por un aumento de la estimulación del sistema nervioso autónomo y para diagnosticarlo se requiere que las crisis se repitan con cierta regularidad y frecuencia.