Tlalpujahua: Un viaje atemporal a la magia de la Navidad

Tlalpujahua: Un viaje atemporal a la magia de la Navidad

Por: Rodrigo Paz


En el corazón de México, entre colinas y bosques pintados de verde, se encuentra un rincón encantador que te invita a sumergirte en la esencia festiva de la Navidad cada día del año. Tlalpujahua, un Pueblo Mágico con calles empedradas que cuentan historias antiguas, se erige como un tesoro que despierta la magia de la temporada en cada rincón.

El arte y la artesanía son el alma de este lugar. Pasear por sus pintorescas calles empedradas es como ingresar a un mercado navideño perpetuo. Los comercios locales exhiben una asombrosa variedad de artesanías, desde esferas resplandecientes y productos navideños hasta elementos decorativos únicos que capturan la esencia del pueblo. Cada tienda es un testimonio de la creatividad y habilidad de los artesanos locales.

Tlalpujahua es más que un simple destino turístico; es un viaje a través del tiempo. Sus raíces prehispánicas se entrelazan con la arquitectura que adorna el lugar, sumergiéndote en una época mística. El imponente santuario que se yergue en el corazón del pueblo te lleva de vuelta a épocas pasadas, ofreciendo una experiencia espiritual única.

Para los amantes de la naturaleza y la aventura, Tlalpujahua se aferra a los bosques de pino y abeto que lo rodean. El Parque Nacional Rayón, conocido como Campo de Gallo, y la majestuosa presa Brockman son oasis de actividades al aire libre. Desde campismo y canotaje hasta ciclismo y senderismo, la diversión no tiene límites.

Durante la primavera, las mariposas monarca danzan en el aire, pintando el cielo con su vibrante despliegue de colores naranja y negro, ofreciendo un espectáculo natural que cautiva los sentidos.
 

EXPLORANDO LAS RAÍSES
La denominación “Tlalpujahua”, derivada del náhuatl “tlalli” (tierra) y “poxohuac” (esponja, fofa), revela un significado profundo: “Tierra de tezontle” o “tierra esponjosa”. En otomí, es conocida como Xijimú. Este rincón fue testigo de conflictos entre aztecas y tarascos, y con la llegada de los españoles en 1522, comenzó a escribirse su historia. A finales del siglo XIX, la bonanza de la explotación de oro y plata marcó un capítulo dorado, aunque terminó en tragedia en 1937. Sin embargo, los habitantes, con orgullo, sostienen que Tlapujahua es el pueblo que se negó a desaparecer.


JOYAS ARQUITECTÓNICAS
La arquitectura virreinal, con sus casonas ornamentadas y balcones que cuentan historias silenciosas, realza el perfil atractivo del pueblo. La casa de nacimiento de Ignacio López Rayón, ahora convertida en museo, y el Campo de Gallo, decretado Parque Nacional Rayón en 1952, son testigos de un pasado minero que sigue vivo en cada rincón.

Situado a 2,600 metros de altitud, Tlalpujahua ofrece un clima templado con una temperatura media de 14°C. La variación estacional es mínima, y las lluvias, que caracterizan los meses de verano y otoño, aportan un toque fresco y revitalizante a la atmosfera.

DELEITES GASTRONÓNICOS

La cocina local es un festín para el paladar. Desde la suculenta barbacoa hasta las tradicionales corundas y uchepos, cada bocado es una experiencia culinaria auténtica. Como colofón, las frutas cristalizadas y el delicioso pan de pucha o de pulque endulzarán el final de cada comida.

 

Tlalpujahua es un paraíso para los amantes de las artesanías. Desde impresionantes obras de arte plumario hasta intrincados trabajos en popotillo, cantera fina, cerámica, esferas de vidrio soplado, herrería y muebles rústicos y coloniales, el pueblo es un escaparate de la riqueza cultural y creativa de la región. Los textiles, con sus colores vibrantes y diseños tradicionales, son testimonios vivos de la destreza de los artesanos locales.

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